Secretos y mentiras de la final de Gran Hermano 2023, la jaula de oro que ama la TV

Con dos grados de sensación térmica y cientos de fanáticos fuera de los estudios de Telefe que se sostuvieron a fuerza de sopa caliente, terminó el reality más controvertido. Todo lo que no se vio

ESPECTACULOS08 de julio de 2024
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“Despiertos o dormidos, trabajando o comiendo, en casa o en la calle, en el baño o en la cama, no había escape. Nada era del individuo a no ser unos cuantos centímetros cúbicos dentro de su cráneo”. Escribía George Orwell en “1984″, el libro que inspiró, solo en parte, Gran Hermano. El reality show que se despidió en la Argentina de su edición 2023-2024 con Bautista Mascia como su campeón.

Pero a las ocho de la noche y con seis grados de sensación térmica, fuera de los estudios de Telefe, no hay literatura. Acá hay gente con pelucas de colores, cumbia y gritos agudísimos. “¡Furiaaaa! ¡Papi Lichaaa! ¡Emmaaa!”

La alfombra azul de la final de Gran Hermano 2023: de la desobediencia de Furia hasta la frazada de La Tora
 
Dos productores reparten sopa de calabaza humeante en vasos descartables a cientos de fanáticos que fueron por sus ídolos a las tribunas, que se montaron especialmente en torno al canal. Al costado hay una alfombra azul donde pasarán participantes y celebrities del “mundo GH”. Los fans, a pesar del frío, resisten con la misma gallardía de quien viaja a la cancha más recóndita de la geografía argentina para alentar al club de sus amores. Eso siempre es admirable.

En un acto de rebeldía irrumpe Furia (¿quién sino?), la jugadora que le puso la palabra “show” al reality desde el día 1. Se abalanza hacía la gente, que clamaba su nombre desde el principio, como una rockstar o un candidato ganador en su mitin político. Todavía falta una hora para que tengan que desfilar todos frente a las cámaras, pero a ella no le importa spoilear su look, un atuendo de rojo con brillos. “Es para la endivia”, exclamará después, siempre desafiante. Luego aparecen unas productoras y se la llevan adentro.

Después anuncian por los parlantes a una tal Laura como la ganadora de Gran Hermano, piden aplausos para ella y reina el desconcierto. Se trata de una productora que recorre el camino que harán los participantes que todavía siguen dentro de la casa. El ensayo se repetirá tres veces frente a un público que, con mucha buena onda, exclama su nombre y le extiende la mano para saludarla. La final comienza a calentar motores.

Suenan los hits de Karina La Princesita y Emilia, del Polaco y de Pablito Lescano para que la gente vaya poniéndose a tono. Baila el notero de LAM en el sector de la prensa. “¡Che, producción! ¡Tramitame el tema de Bauti!”, grita una seguidora del uruguayo, que además de dueño de una carnicería es cantante.

Robertito Funes está listo para comenzar con la previa a la gala y pasa La Tora, que lo secundará en el pre-show, envuelta en una frazada gris. Debajo, las piernas largas de diosa vikinga y un vestido fucsia metálico, como el envoltorio de una golosina, que solo revelará cuando le digan “¡aire!”.

Entonces van apareciendo los participantes de la temporada. Pasa Hernán, el cordobés que fue el primer eliminado de la edición, y posa con timidez frente a los fotógrafos. Desfila Lisandro con Zoe del brazo y el público vuelve a gritarle “papi Licha” con lujuria. Virginia, que fue coronada por las redes como la “reina potaxie”, es otra que causa furor. Le ponen el remix que le crearon, ese con base tecno en donde ruge “voy a hacer lo que se me cante el ojet...”, y la gente estalla.

Denisse, Flor Regidor, Sabrina, Rosina, Flor Cabrera y Coty Romero, que también fue parte de esta temporada, sacan a relucir sus dotes para posar frente a los flashes y lucen cada centímetro de sus atuendos a puro escote y pierna. Mientras que Chula e Isabel, extasiadas y más grandes que sus compañeros de programa, parecen disfrutar cada paso por la alfombra. Saludan a la gente que corea sus nombres, hacen bromas con los conductores, se preocupan por dar su mejor pose, su sonrisa más grande, su postura más sexy.

Agostina, la mujer policía que cambió las calles de la zona norte por la llamada “casa más vista de la Argentina”, no parece disfrutar de la experiencia de estar con un vestido finísimo al aire libre y se encoge sobre si misma tratando de darse calor. Después aparece Martín Ku y se multiplican los pedidos de selfies al grito de “¡Chino! ¡Chino!”. Uno de los más requeridos.

Otro que aparece es Alfa. Da notas a todos los medios, y termina molesto con alguien de la tribuna que le grita “viejo”. Julieta Poggio es toda simpatía, se pone a bailar y canta una de las canciones de su proyecto musical para chicos. Mientras que Sol Pérez, una de las panelistas de El Debate, eligió un vestido con una cola tan larga que es asistida por dos personas en su paso por la alfombra azul, como toda una declaración de que “más es más”.

Dentro del estudio de Gran Hermano 2023 en la final: besos, riñas y papelitos brillantes
Si en las tribunas del exterior reinaba la armonía entre los fanáticos de Nicolás, Emmanuel y Bautista, aunque solo los hinchas de los dos últimos parecían competir en niveles de volumen a la hora de alentarlos, adentro los tres tienen sus bancadas conformadas por amigos y familiares que corean sus nombres con el mismo ímpetu. Todo es paz y no hay abucheos, ni cantos en contra. ¿Es este Gran Hermano Noruega?

Se respira un clima de partido de fútbol de equipos europeos, muy alejado del Boca-River que jugaron Juliana y Martín semanas antes. Dos participantes que siempre fueron vistos como férreos candidatos a ganar el premio mayor y que como en todo buen superclásico nuestro, terminó con escándalo y piedras volando por los aires.

Juan, el hijo de 15 años de Florencia Peña, está nervioso. Lleva una sombra súper brillante sobre los párpados y se pone contento cuando Santiago del Moro anuncia que Nicolás es el tercer finalista. Él quiere que gane el estilista cordobés. Entra el modelo al estudio y su padre llora como sus amigos, mientras lo abrazan.

El conductor, entre tape y tape, toma de una botella de agua que tiene escondida bajo el escritorio y en un momento se pone gotas para el cansancio ocular, mientras asiente lo que le dicen a través de la cucaracha, ese dispositivo con el que se comunican los que están en pantalla.

Cuando la cámara no enfoca a los participantes de esta temporada, que están a un lado del estudio, ellos sacan los teléfonos y revisan sus redes. Ahí se da un momento tierno. El Chino y Furia (¿exrivales?) charlan con tranquilidad y ella le acaricia la pierna a modo de mimo, como quien le rasca la cabeza a un amigo. Más allá, Florencia y Nicolás se besan. Incluso ella se sienta en un lugar que reservaron para el subcampeón, para estar más cerca de su amado. Mientras él observa todo, obnubilado.

En el momento en el que el animador está haciendo un PNT al aire se da una situación que parece extraída de las muchas que ocurrieron en la casa. Furia discute, pero esta vez no es con sus excompañeros de convivencia, sino con un productor de piso.

“Es la última vez que me hablás así”, le dice. Mientras se acomoda en su silla, aparece otro productor para calmarla. Al llegar el corte se marcha fuera del estudio y reaparece solo cuando vuelven al vivo, acompañada de otra productora. Del Moro lo advierte y le pregunta cómo está. Ella dice “muy bien”, mientras hace caritas pícaras a la cámara, como si estuviera enamorada.

Verdad: entre tres y cinco personas trabajan con velocidad para quitar toda la lluvia de papelitos plateados y dorados que se arrojan cuando cada uno de los finalistas entra al estudio. Así se ve todo impecable en la transmisión.

Mentira: la gente de las tribunas no está siempre, ni en todo momento, con la energía suficiente para los climas que exige este big show. Varios productores alientan a que la gente grite en ciertas ocasiones, se ubique en determinados lugares que enfocarán las cámaras y aplaudan cuando se les pide. Por supuesto, siempre en función del “Dios Espectáculo”.

Cuando el nombre de Bautista es anunciado como ganador, la tribuna hermosamente marica de Emmanuel llora. Dos chicas con pelucas naranjas sollozan sin parar, mientras un chico con una bandana y otro con una coronita de flores las consuelan. Pero se les pasa cuando el cordobés ingresa como una fantasía de super estrella pop y se tira sobre ellos con Lali Espósito musicalizando esos instantes con su “soy lo que tanto busqué vivir, soy lo que ves”.

Mientras tanto, la gente del vencedor de la temporada, todos con remeras verdes, festejan con discreción y aguardan con ansiedad la llegada de su hijo, su hermano, su amigo. Unos minutos después, él hace su ingreso triunfal. Cubierto de lágrimas, termina levantando el cheque gigante con su premio. Del Moro agradece, da por terminado el programa y le pone cierre a una temporada que volvió a ser tema ineludible de la TV como de las redes.

Un Gran Hermano que monopoliza la conversación pública, el fin máximo y definitivo de la televisión de ayer y de siempre. Ese fenómeno que puede ser el desenlace de una telenovela o la final de un Mundial y es cada vez más raro. Miles de personas asistiendo a un mismo evento. Sintiendo el mismo palpitar. Formando comunidad.

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